Borneo

Empezaremos el artículo con los versos que acompañaron a la expedición durante la semana que duró la misma:

Y yo – te – buscaré en Groenlandia,

en Perú – en el Tibet,

en Japón – en la isla de Pascua.

Y yo – te – buscaré en las selvas – de Borneo,

en los crá-te-res de Marte,

en los anillos de Saturno.

Y aquí el videoclip; ¡esos calcetines blancos y esos cinturones por los sobaquillos!

Dejamos de lado esta ida de olla para centrarnos, ahora sí, en las selvas de Borneo, allí donde Sandokán blandía su cimitarra y donde los orangutanes saltan de árbol en árbol. Fuimos concretamente a la provincia malaya de Sabah.

Orang Utan

Orang Utan

La idea original era ir a Kota Kinabalu, capital del estado de Sabah (Malasia es una monarquía constitucional federal) y desde allí subir un 4.000, ir a hacer snorkel y adentrarnos en la selva. Vamos por partes, que da para largo.

Lo primero que nos encontramos al llegar a Kota Kinabalu fue… ¡las oficinas de turismo cerradas! Era domingo, pero un turista no sabe de días de la semana. Lo siguiente fue darnos cuenta de que a) al contrario que otras zonas del sudeste asiático, Borneo es carete y b) aunque está muy preparado para el turista, conviene llevar las cosas reservadas con tiempo o corres el riesgo de no poder hacer ciertas cosas.  Esto no lo sabíamos, así que no subimos al Monte Kinabalu (el citado 4.000) porque pedían $200 mínimo, y no pudimos ir a hacer snorkel a Sipadan porque estaba lleno, y tuvimos que contentarnos con Mantanani. Sipadan es la meca del submarinismo en Borneo, lástima.

Tormentas en Kota Kinabalu

Tormentas en Kota Kinabalu

El chasco duró poco gracias al cielo azul, el aire limpio y el pescaíto frito. Ni punto de comparación con Taipei, Beijing o Shanghai. Kota Kinabalu fue el centro de operaciones; aparte de comer y dormir poco más hicimos. Y oye, se come bastante bien.

Una de las primeras cosas que llama la atención cuando entras en Malaysia es la mezcla cultural que se palpa a pie de calle. Hay malayos, chinos, filipinos, tailandeses, indios… Además, es el primer país musulmán tropical que pisamos. Pues sí, salta a la vista que muchas mujeres lleven velo con el calor que hace. También es curioso que los carteles suelen estar escritos en malayo y en chino. Es de agradecer que el malayo esté escrito en cristiano. Para más inri, los carteles chinos mezclan caracteres tradicionales y simplificados según les viene en gana. Con este caleidoscopio de culturas, la oferta de comida es igual de amplia. En seis días comimos y cenamos chino, indio, malayo, occidental…

Mercado filipino

Mercado filipino

Pescaíto

Pescaíto brasa

Gambas brasa

Gambas brasa

Como puerto que es, la oferta de pescado es muy interesante. La primera noche cenamos en el mercado filipino, un mercado al aire libre con pescado, fruta, dulces… la mar de auténtico. Y de la mar que nos comimos unas gambas y un pescado a la brasa que no se lo saltaba un gitano con pértiga.

La segunda noche fuimos a un garito de mantel de hilo donde la carta es, tal cual, una pared con peceras donde escoges lo que vas a cenar. Repetimos con las gambas e innovamos con unas almejas que nada envidian a las de casa.

Gambas tigre (por las rayas o el tamaño a partes iguales)

Gambas tigre (por las rayas o el tamaño)

Cazuela de almejas

Cazuela de almejas

Pero no sólo de cenas vive el turista. La primera escapada era el Kinabalu. El monte está en un parque nacional, pero la administración está adjudicada a una empresa privada. Aparte de una entrada y un seguro, es obligatorio contratar un guía, además de sólo poder pernoctar en uno de los refugios de lujo que hay a mitad de camino. Es posible hacer la ruta completa en un día, pero es una paliza importante. No menos de $200 por subir un pico… qué excesivo.

Monte Kinabalu

Monte Kinabalu (ahí, detrás de las nubes)

Decidimos dejar la cima para otra ocasión y nos contentamos con una ruta por la parte baja del parque. Primer contacto con las selvas de Borneo, ¡conseguido! Como era de esperar no vimos la cima, ya que se cubre de nubes desde las primeras horas de la mañana. Vimos nuestras primeras sanguijuelas, pateamos un poco… en resumen, echamos la mañana en el campo.

Ruta Liwagu

Ruta Liwagu

La ruta fue mucho más light que lo que vienen a hacer otros en el Kinabalu: el Climbathon. Es una carrera de montaña, bastante famosa por lo visto, que se corre dentro del parque. Son 23 km, empieza en 1.500 m y sube hasta 2.700. Los colgaos terminan en algo más de dos horas; ojo, los últimos ganadores han sido españoles, ¡aupa!

Ruta Liwagu

Ruta Liwagu

La segunda parada sería Mantanani: cambiamos el barro por la arena, las sanguijuelas por las anémonas y la gorra por el snorkel. La reflex, por supuesto, se quedó en tierra, y aunque nos hicimos con una cámara subacuática, lo de subacuática estaba poco conseguido. Nos quedamos con ganas de Sipadan, porque Mantanani, aunque tiene su aquel, no es muy llamativo que digamos. Lo más curioso fueron los peces payaso, los peces loro y lo que pareció ser un tiburón jaspeado. Esto del snorkel tiene mucho potencial.

Mantanani

Mantanani

Mantanani

Mantanani

Borneo desde Mantanani

Borneo desde Mantanani

Ya en tierra firme, la siguiente etapa nos lleva al interior de Sabah en busca de los hombres del bosque. En malayo, orang es persona y utan es bosque. ¡Vamos a ver monetes!

Sepilok

Sepilok

Los orangutanes son autóctonos de Borneo y Sumatra (algo que me sorprendió) y, como todo bicho viviente que se precie, están en peligro. Por eso fuimos al Sepilok Orang Utan Sanctuary, un centro de rehabilitación donde recogen orangutanes abandonados por sus madres, huérfanos o capturados ilegalmente. Allí los crían y los entrenan hasta que se valen por sí mismos. Los jóvenes están en jaulas según la edad, y los mayores viven en semilibertad. De hecho, muchos orangutanes salvajes entran a Sepilok para alimentarse como si de mediopensionistas se tratase, ya que no hay vallas en los límites del parque. En muchos casos logran reintegrarlos en la vida salvaje.

Sepilok

Sepilok

Sepilok no deja de tener algo de zoo, pero alegra saber que funciona por una buena causa. Además, los orangutanes adultos viven realmente a su aire. Me explico.

Sepilok

Sepilok

Hay que ir a Sepilok a las 9.00 AM o a las 2.30 PM, que es cuando los alimentan. Los turistas vamos hasta una plataforma desde la que, a una distancia prudencial, observamos a los monetes. Éstos llegan por donde les parece, están comiendo el rato que quieren (o hasta que otro mono más grande les echa) y cuando han terminado se van. Tontos no son: si hay comida van a ir a por ella. De hecho, son muy listos, más que la mayoría de los simios.

Sepilok

Sepilok

Sepilok

Sepilok

Una vez terminan de comer no hay más que ver. Los adultos vuelven al bosque a descansar y a los jóvenes no se les puede visitar. Al parecer se puede hacer alguna ruta por el parque, con guía, pero hay que solicitar el permiso con tiempo.

Sepilok

Sepilok

De todas formas, de aquí nos vamos a Kinabatangan, ¡de selva a selva y tiro porque me toca! Eso será en el próximo número.

Maps: Sabah.

Climbathon del Kinabalu.

Sepilok.